21 de diciembre de 2011

Dispositivo de supervisión-formación


La siguiente herramienta ha sido creada para profesionales que por su labor requieren de un elevado nivel de autonomía, y quieren desempeñar su labor de forma eficaz y saludable.

La intervención in-vivo, en el espacio de la vida cotidiana de un usuario, es un contexto fluctuante, que varía rápidamente su configuración, y por lo tanto, requiere por parte del profesional, de una gran capacidad de innovación, de una gran seguridad a la hora de tomar decisiones inmediatas y de la capacidad de gestionar situaciones imprevistas.

Si bien las técnicas de rol playing y otras similares, utilizadas en los cursos tradicionales entrenan a los profesionales en situaciones reales, no alcanzan el grado de implicación y efecto que el entrenamiento in-situ sí consigue, tampoco logra reproducir la vivencia real del profesional al encontrarse sólo ante una situación inesperada.
El dispositivo de supervisión-formación es un seguimiento continuado en el que el profesional puede confrontar las situaciones vividas con sus respuestas racionales e irracionales, aprender de ellas y disponer así de mayores herramientas ante situaciones similares.

El dispositivo consiste en un registro específico de seguimiento, privado de cada profesional, con el que luego se analizan junto con el supervisor, situaciones temidas, intervenciones puntuales, y aquellos aspectos personales que puedan obstaculizar el buen desarrollo su trabajo.

De esta manera el trabajador aprenderá a comprender el comportamiento de los demás a partir de sus propias limitaciones, pudiendo tolerar el sufrimiento del que padece una enfermedad mental grave, así como las reacciones disfuncionales de su familia y del contexto, pudiendo contener y captar la angustia y el dolor, para poder devolver al usuario una experiencia positiva de modo que sea beneficioso para él.

7 de diciembre de 2011

Reflexión acerca de una realidad latente: la rehabilitación ansiosa

Alejandro Chévez


“Es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser un Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho. Y si el necio o el cerdo opinan de un modo distinto es a causa de que ellos sólo conocen una cara de la cuestión. El otro miembro de la comparación conoce ambas caras.”
(John Stuart Mill, El utilitarismo)

A veces me pasa que cuando preparo un curso o un escrito (o ambos), cuando logro sentarme y acomodarme con todos los libros que necesito, un terrible agobio me invade, ¿por dónde empezar?, cojo un libro, paso al otro, me pongo a leer, luego a escribir, luego las dos cosas a a la vez, hasta que al final prendo la televisión y desconecto. Alcanzo cierta paz pero al final del día me digo –otro día perdido.

¿A quién no le pasa algo parecido?. Cuando nos encontramos con un usuario psicótico, y nos adentramos en su mundo, y encontramos carencias afectivas, económicas, sociales, limitaciones para el trato con otros, para la comunicación… ¿no sienten un hormigueo por el cuerpo?, ¿por dónde empiezo?, ¿qué hago?...

A esta sensación se la denomina ansiedad, la ansiedad es un conjunto complejo de pensamientos, emociones y reacciones fisiológicas cuya función habitual, es mantenernos alertas, pero superado cierto nivel se vuelve displacentera y duele.

¿Cómo reaccionamos ante esta situación?, casi todos utilizamos el mismo paquete de respuestas.  En el caso anterior con el usuario:

Comportamientos de Evitación: por ejemplo, minimizamos los problemas, una de las estrategias más comunes es infantilizar al usuario, otra es la negación, negar que nos pasa algo con esa situación, “esto a mi no me pasa” estaremos pensando ahora mismo, por último tenemos la proyección, nos enojamos con el usuario (cosa que si lo pensamos bien es absolutamente inadecuado), reaccionamos de mala manera o le gritamos, ya que en todo caso “la culpa es de él”.

Comportamientos de huída: implica tener siempre un vía de escape, con lo cual, evitamos viajar en ascensor con el usuario o cualquier espacio cerrado.

Comportamientos de Seguridad: un mecanismo típico es la “apropiación del usuario”, ahora el usuario nos pertenece, es propiedad privada. Si lo unimos a lo anterior nos queda una frase así “mis chicos”, referido a un grupo de usuarios de 50 años o de abuelos, por que no.

Objetos contrafóbicos: es otro elemento utilizado con el fin de disminuir la tensión que supuestamente no tenemos (o que hasta ahora no hemos aceptado), en estos casos recurrimos a un compañero para visitar ciertos usuarios o llevamos el móvil encendido, algún dulce o unas pastillas que nos permita mantenernos en el lugar.

En fin, estas cosas nos pasan de una u otra manera, antes o después, nadie se salva de su propia humanidad, negarla implica tratarse a sí mismo como un objeto, alienarse, en estos casos, nos escondemos en nuestro rol y hacemos un pequeño pero robusto fortín, y nos salen frases del tipo “no puedo se tu amigo porque soy tu psicólogo”.

Si uno o una se deshumaniza, al mismo tiempo, consecuentemente, deshumaniza al usuario, ya que lo que duele es nuestra humanidad, y con ella nos conectamos o desconectamos con los otros.

Acompañar, siempre es acompañar la subjetividad del otro desde la propia subjetividad, como lo demuestra la evidencia científica, es más importante la calidad de la relación terapéutica que la técnica que utilicemos. Hoy sabemos que la calidad de la relación usuario-terapeuta mejora la eficacia de los medicamentos, la eficacia de los tratamientos y mejora la percepción del usuario acerca de su calidad de vida, es decir, un buen vínculo es el factor determinante para el buen resultado de un tratamiento (John Read, 2004).

Sin una buena relación con el usuario, o dicho de forma apropiada, un vínculo positivo y de confianza, tampoco se consigue la implicación emocional del usuario, que es el otro ingrediente fundamental para el funcionamiento de la ecuación terapéutica.

¿Qué quiero decir?, que hay que implicarse emocionalmente, no solo en el tratamiento, sino en todo lo que hacemos, y esto es así, porque simplemente hacerlo de otra forma es imposible.

Ahora bien, no se trata someter el lábil mundo de la persona sufriente  que acompañamos a nuestros problemas cotidianos, a nuestros conflictos irresueltos, o a la pelea que tuve con mi pareja justamente ayer a la noche. Todo lo contrario.

El trabajo con usuarios nos obliga a desarrollar cierta inteligencia emocional, como se dice ahora. Aristóteles lo decía de esta manera: “expresar ira es algo fácil, pero expresar ira en el momento adecuado, en el lugar adecuado, y con la persona adecuada, no lo es tanto…”

Y de esto se trata, todas las herramientas que nos sirvan para “educar” nuestras emociones nos son útiles. Por esta razón, en un contexto diferente como es Argentina, es impensable que un trabajador en salud mental no se analice, y mucho menos que no supervise su trabajo.

Aquí, vosotros sabréis mejor que yo, que herramientas utilizáis para que vuestras angustias, miedos, e ilusiones, no sometan al usuario a nuestros “días malos”, frustraciones, o ambiciones profesionales, qué herramientas pueden ayudarnos a no reaccionar ante el discurso de la urgencia, a quedar abrumados por una agenda compleja, o aislarnos en nuestras propias creencias, llegando incluso a distanciarnos o pelearnos con nuestros compañeros de equipo.

El acompañamiento terapéutico es, por ejemplo, una disciplina que se centra en el trabajo sobre el vínculo con el usuario, ese es su eje y su objeto de estudio, incluso algunos autores plantean que para poder “acompañar”, es necesario dejar de lado nuestro deseo de curar, (el furor curandis como suele decirse). No es este el lugar, ni el momento, para desarrollar esta idea, pero básicamente de lo que se trata es de (parafraseando a Don Aristóteles) poner la angustia en el lugar adecuado, en el momento adecuado y con la persona adecuada, ¿fácil, no?..

Por ello, es que es necesario crear espacios donde poder compartir nuestra experiencia como las comisiones, donde poder revisar los casos (encuentros técnicos, sesiones de rehabilitación, sesiones clínicas, etc.) y expresar nuestras dudas (supervisiones, espacios de reflexión, dinámicas, etc.), porque acompañar a un paciente nos exigirá la flexibilidad emocional suficiente como para poder acompañar todos sus miedos, todas sus voces, sus estados de ánimo, sus delirios, sus silencios, porque solo siendo acompañados es que podremos acompañar, y no solo estaremos cuidando a nuestros usuarios, sino que también nos estaremos cuidando nosotros mismos.