14 de diciembre de 2021

Soliloquio de un Acompañante Terapeutico


En agosto de 2017, comencé a trabajar como acompañante terapéutico, dentro de un tratamiento del Hospital de día AMICEM, en Madrid. Dos años antes, en 2015 me había formado en la primera edición del Curso de Especialización en Acompañamiento Terapéutico y de la Asociación Pasos, dirigido por Alejandro Chevez y Andrea Montuori.

Al empezar mi andadura como acompañante terapéutico, no dudé en supervisar mi trabajo con Alejandro Chevez. En ese momento inicié un largo camino de formación, estudio y análisis tanto profesional como personal.

Actualmente ya hace algo más de cuatro años que comencé a supervisar y en este momento mi deseo e inquietud profesional tienen en el punto de mira la escritura, como medio de expresión, análisis y estudio sobre acompañamiento terapéutico.

Con este primer texto comienzo a navegar por el mundo de la escritura, en este caso movido por un pensamiento en voz alta, una reflexión conmigo mismo, una fuerza que me impulsa a escribir.

La hoja en blanco, el silencio… comienzo a sentir un cosquilleo, estoy inquieto. Tengo la sensación de adentrarme en un lugar nuevo, desconocido, quizá peligroso.

Antes de poner las primeras palabras me enfrento con el vacío y una frase angustiante me asalta: “¿ahora qué hago? ¿qué escribo? ¿qué pongo?

Este estado me resulta conocido y me hace recordar una escena durante un encuentro en acompañamiento terapéutico.

Estábamos en una terraza de un bar tomando un café, cuando de pronto el acompañado “rompe el silencio”:

- “Te voy a matar”

- “No me mates, yo confió en ti y sé que no me harás daño”, le respondí.

- “No hombre”

En un primer instante las palabras del acompañado me descolocan. Por un momento parece que el tiempo se para, la espontaneidad se tambalea y respondo para que continúe la escena.

Otra situación me viene a la memoria, ocurrió en otro acompañamiento, donde el acompañado se tumba en la cama y yo me siento a su lado. Acabamos de saludarnos y las únicas palabras que hemos intercambiado es “Hola”.

El encuentro está comenzando y no nos hemos “conectado” acompañante y acompañado, estamos juntos, pero no en relación, falta algo entre nosotros que por ahora lo habita el silencio.

Durante la escena la angustia y una sensación de incertidumbre aparecen, el silencio y la falta de interacción provocan en el acompañante una inquietud en la búsqueda por el ¿qué hacer?, ¿qué decir?...

En ambas escenas también aparece el pensamiento sobre ¿cuál es la respuesta correcta?... pensamiento que suele llevar a una encerrona, pues cuanto más piensas cual es la respuesta correcta seguramente la respuesta más se aleje de la “correcta”.

Apoyándonos en la teoría para poder pensar sobre estas dos escenas, la supervisora de equipo de AMICEM nos suele comentar “en la intervención no se piensa, se piensa antes y después”

Haciendo un símil con el mundo del teatro, me imagino que un actor durante una representación no piensa en cómo actúa, simplemente actúa. Después de la obra podrá pararse a pensar sobre su actuación, pero durante la representación “el espectáculo debe continuar”.

Como decían en mi primera formación sobre Acompañamiento Terapéutico en la Asociación Pasos, durante un encuentro en acompañamiento terapéutico, pensar en cómo se actúa, produce la parálisis y el final de la espontaneidad. Es decir, si piensas en la escena dejas de estar en la escena, te sales fuera de ella y fuera del encuentro con el otro.

Por otra parte, también me gustaría destacar la dificultad de la gestión de las demandas por parte del acompañante terapéutico. Depositario de diferentes demandas provenientes de los servicios sociales, el equipo, la familia y a su vez portador de su propia demanda.

Todo este conjunto, a veces, actúa como otro obstáculo a la espontaneidad, llevando a pensar durante los encuentros: “debería preguntarle por esto”, “debemos trabajar esto otro”, “creo que deberíamos hablar de lo que le pasa, que me cuente de su familia…”

En esas situaciones hay tanto “ruido” que a veces nos olvidamos de nuestra tarea fundamental, la construcción y el mantenimiento del vínculo de confianza entre acompañante y acompañado. Para ello debemos tener en cuenta la demanda y el deseo del acompañante durante todo el proceso del acompañamiento terapéutico.

A modo de cierre, me gustaría concretar que, durante la difícil tarea de acompañar, debemos tratar de acercarnos al otro de forma espontánea, centrándonos en compartir diferentes momentos con el acompañado, alejándonos de nuestras propias exigencias y de aquellas demandas que nos distancian del otro y de la construcción de un vínculo terapéutico.

Angustia, vacío, incertidumbre, exigencia, pensamiento, demanda, espontaneidad… muchos temas se entrecruzan en este escrito, que sin duda necesitarían muchas páginas cada uno de ellos, pero de esta forma han aparecido en la conversación que he mantenido conmigo mismo, plasmada en este primer escrito de un acompañante terapéutico.

 

Àlvaro Ruiz Domínguez

Email: alvarowt93@gmail.com

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